La Cruz Orlada

La cruz es el símbolo por excelencia del cristianismo. Se caracteriza por ser uno de los pocos emblemas de carácter universal, es decir que se emplea en prácticamente todas las creencias. A pesar de que este signo no tenía el mismo valor durante los primeros tres siglos de la historia (ya que se utilizaban otro tipo de figuras, como las de un pastor, un pez, un ancla o una paloma), con el tiempo la cruz fue adquiriendo un enorme peso en todas sus variantes.

Algunas de las más conocidas son la egipcia, la céltica, la cristiana y la esvástica. En esta ocasión en particular trataremos sobre otro crucifijo muy particular: la cruz orlada.

La cruz orlada, cuya forma es muy parecida a la cruz griega, dispone de dos brazos iguales. Es muy común en todas las culturas precristianas, ya que representa un valor sagrado. Algunas de las civilizaciones y sociedades en donde esta cruz tiene presencia son las siguientes: egipcia, hitita, asira, caldea, hindú, persa, china, semita, azteca, maya, inca, celta, vasca, griega y germana, entre otras.

Cabe señalar que fue en el período bizantino cuando este tipo de cruz comenzó a figurar como elemento decorativo, tanto de las iglesias como de los templos cristianos. En la actualidad, el uso más frecuente de este crucifijo (y también de la cruz griega) es en el símbolo de Cáritas e incluso en la mismísima Cruz Roja.

Esta cruz representa tanto a Dios como al universo y los brazos iguales simbolizan el equilibrio dentro de éste, por lo cual muchos consideran que tiene la capacidad de modificar la energía de un espacio determinado de negativa a positiva. También se dice que es una importante herramienta de protección, sin importar del material con el cual esté elaborada.

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